3 Nivel: Democracia en la Grecia antigua.

Unidad 2: La antigüedad y el canon cultural clásico.
Clase III: 05-17

“La democracia ateniense”.


La palabra democracia proviene directamente del griego, y significa gobierno (kratos) del pueblo (demos). Y en efecto, lo que entendemos por democracia se origina en la práctica política de los antiguos griegos. La unidad política entre ellos era la polis, término que da origen a la palabra política y que suele traducirse por ciudad-estado, indicando así el hecho de que cada ciudad en la antigua Grecia podía encarnar su propio Estado, con muy diferentes formas de gobierno, leyes e instituciones. La cercanía de estas múltiples formas de gobierno, y la propia genialidad de los griegos, generó un prolongado estudio y comparación de las mismas, que dio origen a la filosofía política occidental. Sin duda, otros pueblos practicaron distintas formas de democracia, pero fue esta asociación de práctica política democrática y permanente pensamiento crítico respecto de la misma, lo que moldeó y dio nombre a lo que se espera hoy de un régimen político democrático.

Para los griegos la democracia era un sistema de gobierno que se oponía a otros dos: la oligarquía y la monarquía.
·         La monarquía es el gobierno en donde una sola persona manda, como un rey o un emperador.
·         La oligarquía por otra parte, es el gobierno de los pocos, en que un grupo pequeño, generalmente los más pudientes, gobiernan.
Frente a estos sistemas, la democracia se entendía como el gobierno de todos, en el cual cada ciudadano ejercía de modo directo su voluntad mediante votaciones en asambleas. Los griegos nunca concedieron esta ciudadanía a las mujeres, ni tampoco cuestionaron la institución de la esclavitud, de modo que a nuestros ojos su democracia puede, en la práctica, resultar muy limitada, pero histórica y filosóficamente su esplendor es inagotable. Podemos vislumbrar lo que fue esta vida democrática en muchos testimonios que nos han legado los escritores antiguos. La historia registrada por Jenofonte en su Anábasis, por ejemplo, muestra cuán profundamente arraigado estuvo el ideal democrático entre los griegos.
Cuenta este relato las extraordinarias peripecias de un grupo de casi once mil griegos, que servían como mercenarios al rey persa Ciro alrededor del 400 a.C. Aunque ellos ganan todas las batallas, Ciro perece y los griegos quedan abandonados a su suerte en medio del territorio persa, a miles de kilómetros de su patria, sin dinero, sin guías ni provisiones, rodeados de enemigos. Para colmo, les matan a todos sus generales. Durante un año y medio realizarán una larga marcha, combatiendo a los persas y a unos veinte pueblos hostiles. Durante todo este tiempo eligen a todos sus líderes por votación, discuten en asambleas cada decisión importante, escuchando y sopesando las distintas opiniones. A pesar de las enormes diferencias sociales y culturales entre ellos, sorprende aún hoy el clima de profunda igualdad en las asambleas, donde el voto de un pastor vale lo mismo que el del aristócrata.

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